La tardía historia de Juan III






Juan nació en casa de sus padres, a los diez meses de gestación.

La comadrona que lo trajo al mundo estaba borracha y se desmayó antes de cortar el cordón umbilical, entonces su mamá lo cortó con los dientes y le hizo un nudo, terminando así con los trabajos de parto.
Su nombre no es nada original, sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que era el último de tres Juanes. Pero proviniendo de un padre analfabeto y de una madre campesina el mero hecho de que portara un nombre ya es mucho decir.
Juan Tercero era el menor de nueve hermanos e hijo de Amadeo y Encarna.
Amadeo LXV era hombre robusto, sensato, cobarde. Todas las tardes al salir de la mina iba a la taberna a emborracharse con ron y a contar historias de fundadores, golfas y contrabandistas.
Amadeo Fulgencio VI, su tátara tatarabuelo, y un grupo de nómades que se desplazaban en busca de agua, llegaron al lugar guiados por la dirección del viento, orinaron la tierra para marcar territorio y se instalaron a la vera del exiguo río.
Eran tiempos difíciles cuando la sequía azotaba la tierra; los cultivos se perdían, las vacas producían leche agria y las plagas se propagaban.
En ese entonces era común que los críos murieran antes de nacer o que nacieran con desproporciones, achaques o anomalías.
Tal era el caso del primogénito de Amadeo Fulgencio y Brígida Auxiliadora, que vino a este mundo con una incipiente protuberancia ósea en la cabeza que le continuó creciendo hasta el final de sus días.
Esas razones empujaron a los provisorios habitantes a abandonar el inhóspito lugar y seguir la marcha. Pero la noche antes de la partida ocurrió algo extraño e inesperado, algo que recordarían por el resto de sus efímeras pero intensas vidas: cayó un aguacero que duró cuarenta noches y ningún día. Aunque ese fenómeno no volvería a repetirse se trasmitió de generación en generación hasta convertirse en leyenda.
Amadeo Fulgencio VI y los nómades creyeron en lo que vieron, allí se asentaron y así nació Santa Aguada.   
Sus herederos, Amadeo VII, Amadeo VIII y Fulgencio VII fueron de los primeros nativos y su madre, Brígida Auxiliadora, fue de las primeras suripantas e intercambiaba sus servicios por especies.
En aquella época la permuta era la moneda de cambio.
Sus primitivos lugareños comercializaban frutos morados que extraían de un árbol que crecía únicamente en su suelo y sus vecinos más próximos negociaban con granos blancos que proliferaban por doquier.
Los siguientes asentamientos no tardaron en llegar y rápidamente Santa Aguada se convirtió en lugar poblado. Algunas tribus se asentaron río abajo con intención de dedicarse a la pesca, pero terminaron permutando un hongo de nauseabundo olor y exquisito sabor que crecía naturalmente a la orilla del Aguado (así llamaron al río).
La convivencia era pacífica entre los pobladores, todos contribuían para hacer de Santa Aguada un lugar mejor, hasta que al otro lado del río se descubrió una veta de carbón. Un tiempo después entre sus habitantes inmediatos formaron una comarca separada del pueblo y monopolizaron la explotación de la mina. De esa manera intercambiaban, distribuían y regateaban el mineral a conveniencia.
Fue así como Amadeo Fulgencio y los nómades se convirtieron en los mayores contrabandistas de carbón de todos los tiempos.                                                   

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Mariela Segura nació un caluroso 31 de enero de 1978 en la capital de Córdoba, Argentina. Ha cursado algunas materias de la carrera de letras modernas en la UNC. Además ha incursionado en otras carreras sólo para convencerse de que su verdadera vocación es escribir (o morir en el intento). Es autora de varios relatos y poemas inéditos y "La tardía historia de Juan III" es su primera seudo novela. Y va por más.

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